No quiero
que piensen que no tengo sentimientos; al contrario, es porque se me revuelven
las tripas, por lo que digo que yo no quiero ser el papá de Jonathan Castro. Tampoco
su mamá, porque no quiero saber, no quiero sentir, no quiero padecer lo que
padece un padre cuando le muere un hijo; sobre todo cuando ese hijo, que salió
de sus entrañas, le ha depositado con toda confianza en manos de personas que
creía que eran sus amigas, tal vez, sus hermanas.
Ayer, la
mamá de Jonathan quería creer, y para ello se agarraba a un clavo hirviendo que
su nene estuviera retenido, vendido, secuestrado. Pero vivo. Tal vez, que una
Sor María de la vida, (supuestamente), lo hubiera canjeado para darle un hogar
más hogareño, más cristiano o más pudiente. ¡Ojalá, hubiera sido una Sor María
de la Vida, (supuestamente), quien lo tuviera, y no que haya tenido que
aparecer su frágil cuerpecillo entre toneladas de basura.
Estaba al
cuidado de Pura A. y Vanesa R. no han puesto sus apellidos, porque me imagino,
que alguien, con dos pelotas por justicia en sus manos, les daría matarile a la
vuelta de la esquina. También, imagino, que para preservar su integridad física
en la cárcel donde cientos de madres cumplen condena.
Si fuera un
mal hablado diría que son unas “hijas de puta”, (supuestamente), si realmente,
como ha transcendido de la investigación, se les murió por “accidente” y lo
tiraron a un contenedor de basura… Unas “hijas de puta”, las llamaría, y
seguro, que como ante la “Santa Compaña”, daría tres vueltas en redondo sobre
mí, invocando a Nuestro Señor Jesucristo, y renegando de Satanás. Aunque creo
que eso, a estas alturas, ya no merece la pena.
Quizás,
están arrepentidas…. Se asustaron, se les fue la mano, se les cayó y,
(supuestamente), se les murió el pequeñajo y lo tiraron a un cubo de basura.
Mas ese arrepentimiento ya no tiene sentido, ni siquiera Dios todo poderoso,
las perdonará. No. Las castigará, porque: ¡Ay del infeliz que crea que Dios lo
perdona todo! Dios es sabio, y su sabiduría e indulgencia son plenas. Y perdona
al ladrón arrepentido, al adultero, al bandolero, al que se realiza tocamientos
pensando en la estanquera… pero al que mata por placer, al que mata por sentirse
superior, al que mata y engaña robando la inocencia, a ése, Dios lo condena.
Y eso
también irá por todos aquellos que destronan su iglesia, aquellos curas
pedófilos, aquellas monjas de estraperlo de niños, aquellos católicos que comen
todos los días viandas, se persignan y luego miran hacia otro lado. A esos,
también, Dios los castiga, porque, ya lo dice el refranero; que es muy sabio:
Dios castiga sin palo ni piedra.
No sé que
le pasará a una persona, que deja de ser persona, por la mente para matar un
niño, o vejarlo, o violarlo, o grabarlo en video y comerciar con su carne. No sé
si es un enfermo, o solamente la personificación de la brutalidad y la maldad. Pero
a buen recaudo, ni Dios ni los hombres lo pueden perdonar. Dejarlo salir de
rositas, silbando, con las manos en los bolsillos y pensando: “esto no va
conmigo, acabo de llegar”.
No sé qué
pasará ahora mismo por la mente de la mamá de Jonathan. Pero sé lo que pasa por
la mía, y hay mucho matarile, mucha rabia, mucha ira, muchas ganas de romper
cuello, tipo golpe seco como a un conejo de granja o con el garrote vil, a
vuelta de tornillo. Sí, eso pienso ahora, y seguramente, pasado un tiempo,
viendo a los míos; a mis hijos, suspire y piense que no son los míos los que
han sufrido tal tropelía, vilipendio y salvajismo, y entonces, cerraré por un
momento los ojos, me ruborizaré por vergüenza y tendré que pedir perdón porque
yo, yo, no quiero ser el papá ni la mamá de Jonathan Castro. Y me sentiré mal,
francamente mal… pero aliviado.
Sólo puedo
decir: lo siento.
Como dicen
en “L’hivern al cos” (1) Nunca nadie debería sobrevivir a sus hijos…
Nota.- Dedicado al Sr. S., que ha
perdido recientemente un hijo en Estados Unidos, como le dije a él: lo siento.
(No hay palabras)
Nota 1.- Substraído de la página
y artículo “Es una locura pero podría
funcionar”, de Pau Plana.